Este recetario
no tiene mayor elaboración, ni una técnica en particular. Más bien está
elaborado a partir del deseo y del azar. Pretencioso en el uso de las palabras,
está hecho de los retazos menos honestos de la inspiración, con recetas que se
prepararon más allá de la inseguridad de los ingredientes y la inexperticia de
sus cocineros, cuya trayectoria se limita a una cuantas noches de lucidez y a
unos escasos segundos en las calderas del olvido. Suficientes a nuestro modo de
ver para que estas preparaciones sean dignas de preparación.
Algunos de los
ingredientes acá mencionados se trajeron de las tiendas del recuerdo. Otros
pocos del supermercado de la fantasía y
otros tantos fueron cultivados en las huertas caseras de experiencias ajenas,
seleccionadas en conversaciones que se dieron por casualidad. El cliché es
especialmente tratado en esta obra. Su escogencia se dio bajo ciertas
especificaciones. Es de origen orgánico. Fabricado al calor de lágrimas
criollas, de desaciertos típicos y de anhelos sinceros pero poco realistas.
Los actores para
cada una de las preparaciones ha sido cuidadosamente deformados por la ficción,
fundidos con alucinaciones sazonadas con esperanzas que no maduraron y que no
se desatan fácilmente con el fuego. El libreto está adobado con canciones que
acompañaron caminatas extensamente melancólicas y escenas que representaron
diálogos internos, cuyo propósito fue proteger sentimientos tóxicamente dulces,
a los que se les dio nombre mucho tiempo después de haberlos puesto a hervir.
Muchas de las
recetas aquí presentadas son servidas a modo
de película por la versatilidad de sus desvelos, cada una con su respectivo
acompañamiento, una o varias canciones que debido a la emotividad con la que
abre heridas, facilita la degustación de sus metáforas.
Las recetas que
acá se encuentran pueden ser modificadas al gusto de los lectores. Están en
todo el derecho de elegir ingredientes más elocuentes. Aunque para la primera
preparación se recomienda no cambiarle nada, con el fin de que se pueda
experimentar con mayor agrado la textura de la ausencia y el sabor de los
reencuentros insospechados. Aun así, no está de más recordar que en lo que
concierne al arte de la culinaria la última palabra no ha sido dicha y bajo el
riesgo y pericia del cocinero, las escenas de la película pueden reescribirse,
pueden cocerse a fuego lento, o se pueden servir como un plato frío.
Este recetario sólo es una
guía, un compendio sencillo para que cualquiera que desee preparar una cena sin
tanta sofisticación, ni misterio, se atreva a tomar los utensilios y los
ingredientes, poniéndose el delantal de los suspiros y haga del cocinar una
experiencia fascinante. Esperamos que “Llévame de regreso a la noche en que nos
conocimos sea de su agrado y que este viaje que ahora comienza jamás termine,
que nunca falte una canción a la mesa, que el plato esté rebosante de escenas
inolvidables y los sabores más exquisitos estén siempre en el corazón.