lunes, 30 de mayo de 2016

En una nota perdida




En una nota perdida en inmediaciones del caos y los pensamientos erráticos, el escritor encontró unas palabras, empolvadas con la música suave de los cielos encapotados de sus ciudades imaginarias. En éstas leyó lo siguiente: No está vencido aquel que sufre una caída, sino el que no se levanta del suelo. La derrota llega para aquellos que ante el tropiezo lo dan todo por finalizado. Pero no se nos puede olvidar que para perfeccionar la acción de caminar antes tuvimos que encontrarnos muchas veces en el suelo. 


Se topó nuevamente con las cándidas y maduradas esperanzas del niño que escribía historias fantásticas sin pensar en la ortografía; halló con inusitada sorpresa esas onomatopeyas que se articulaban en su cabeza, pero que todos podían escuchar cuando se metía en su mundo de fantasía, cuando creía que en el mundo habría un lugar para él. Y aunque se reconoció como húsped en las habitaciones de derrotas extrañas, también encontró las fuerzas para correr lejos de allí y asistir a la cita que por tanto tiempo había postergado con aquel niño, olvidado en el mismo rincón de la imaginación, allí donde lo había dejado cuando decidió encajar de manera agonizante en donde no tenía cabida. 


La nota lo había tomado por sorpresa, pero le sorprendía aún más volver a encontrar que en su estómago aún vivían un par de luciérnagas y que esa luz sólo había desaparecido porque había elegido vestirse de otra piel, de un hombre falsamente encantador. No detuvo su marcha, tenía que encontrare con aquel niño para amarlo de verdad, para no dejarlo escapar nunca más.

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