domingo, 15 de julio de 2018

Recetario - Prólogo

Este recetario no tiene mayor elaboración, ni una técnica en particular. Más bien está elaborado a partir del deseo y del azar. Pretencioso en el uso de las palabras, está hecho de los retazos menos honestos de la inspiración, con recetas que se prepararon más allá de la inseguridad de los ingredientes y la inexperticia de sus cocineros, cuya trayectoria se limita a una cuantas noches de lucidez y a unos escasos segundos en las calderas del olvido. Suficientes a nuestro modo de ver para que estas preparaciones sean dignas de preparación.
Algunos de los ingredientes acá mencionados se trajeron de las tiendas del recuerdo. Otros pocos del supermercado de la fantasía  y otros tantos fueron cultivados en las huertas caseras de experiencias ajenas, seleccionadas en conversaciones que se dieron por casualidad. El cliché es especialmente tratado en esta obra. Su escogencia se dio bajo ciertas especificaciones. Es de origen orgánico. Fabricado al calor de lágrimas criollas, de desaciertos típicos y de anhelos sinceros pero poco realistas.

Los actores para cada una de las preparaciones ha sido cuidadosamente deformados por la ficción, fundidos con alucinaciones sazonadas con esperanzas que no maduraron y que no se desatan fácilmente con el fuego. El libreto está adobado con canciones que acompañaron caminatas extensamente melancólicas y escenas que representaron diálogos internos, cuyo propósito fue proteger sentimientos tóxicamente dulces, a los que se les dio nombre mucho tiempo después de haberlos puesto a hervir.

Muchas de las recetas aquí presentadas son  servidas a modo de película por la versatilidad de sus desvelos, cada una con su respectivo acompañamiento, una o varias canciones que debido a la emotividad con la que abre heridas, facilita la degustación de sus metáforas.

Las recetas que acá se encuentran pueden ser modificadas al gusto de los lectores. Están en todo el derecho de elegir ingredientes más elocuentes. Aunque para la primera preparación se recomienda no cambiarle nada, con el fin de que se pueda experimentar con mayor agrado la textura de la ausencia y el sabor de los reencuentros insospechados. Aun así, no está de más recordar que en lo que concierne al arte de la culinaria la última palabra no ha sido dicha y bajo el riesgo y pericia del cocinero, las escenas de la película pueden reescribirse, pueden cocerse a fuego lento, o se pueden servir como un plato frío.

Este recetario sólo es una guía, un compendio sencillo para que cualquiera que desee preparar una cena sin tanta sofisticación, ni misterio, se atreva a tomar los utensilios y los ingredientes, poniéndose el delantal de los suspiros y haga del cocinar una experiencia fascinante. Esperamos que “Llévame de regreso a la noche en que nos conocimos sea de su agrado y que este viaje que ahora comienza jamás termine, que nunca falte una canción a la mesa, que el plato esté rebosante de escenas inolvidables y los sabores más exquisitos estén siempre en el corazón.