lunes, 6 de abril de 2015

La tuitera

En la vida real estás regresando a casa a las 7 y 30 de la noche y sabes por la mirada poco cortés sobre tu escote, que en la mañana elegiste la blusa equivocada y más cuando no te viste con @esegalan, motivo de la elección. El teléfono en el bolso y el espacio es demasiado justo, apenas si se puede respirar. 5 minutos y la pesadilla habrá terminado.
Suspiras, la ropa se te pega al cuerpo. Un sabor grisáceo te recuerda que ya llevas un buen tiempo sin comer, ni siquiera una chuchería. Las piernas empiezan a adormecerse y una canción repentinamente se mece entre el agotamiento y la última vez que pensaste en su perfume, su pulcritud desmedida y su manera de trinar. La balbuceas, tarareas el coro difuminado inexactamente por la memoria.
Se abren las puertas, los ojos te sitian, mientras con una mueca impotente repugnas la mirada de aquellos seres repulsivos. Pero eso no importa, quieres escuchar la canción de nuevo, quieres creer que @esegalan es diferente aunque @bestfriend piense lo contrario; “son celos”, te dices a ti misma aunque él cree que tú aún no lo sabes, pero las chicas siempre lo saben.
El ritmo te lleva sin darte cuenta a la portería. Como de costumbre no preguntas por la correspondencia. Entras en el ascensor. Quinto piso. Sacas el teléfono y revisas las notificaciones. Algunas estrellas para los que se han sabido inspirar en ti y han escrito algo “inteligente”. Sonríes con el comentario de @laparcera. Se abren las puertas. Mala suerte: el vecinito que te tiene ganas y hoy más que nunca, no estás de humor para sus horribles coqueteos. Se acerca sonriendo, con ese alardeo de galán barato. Finges, haces una llamada: “Quiubo. Ya llegué a la casa. Llámame al apartamento”. Lo miras y sonríes mientras sigues derecho. Jaque Mate. Acto seguido su imperdible e idiota cara de póker se queda flotando en medio del corredor.
La fortuna está de tu lado, encuentras las llaves fácilmente dentro del bolso. Te quitas la chaqueta que cae en medio de la sala, igual que los zapatos y el bolso. Te sirves un vaso de jugo. Tomas el portátil y te acomodas en el sofá. Buscas la canción y le subes todo el volumen. Ahora puedes cantar el coro, piensas en él y te pesa no haberlo visto, pero te pesa aún más sentirte tan pendeja. Abres tu cuenta y haces tu primer trino. Sonríes por tercera vez en la noche; un buen augurio probablemente.

Suena otra canción. Vuelves a lo tuyo, a pensar en lo que te espera el día de mañana: los trabajos, el parcial. Cinco personas marcan como favorito tu trino. Lo vuelves a leer. Cuando se está enamorada definitivamente se escriben muchas pendejadas. 

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